Dpto. Religión

4º ESO

Curso 2007/08

AÑO  1054    /    CISMA DE ORIENTE: MIGUEL CERULARIO SE ENFRENTA AL PAPA.

 

                                                                                                                

 

El patriarca de Constantinopla, Miguel Cerulario, se había manifestado decidido adversario de los latinos. En connivencia con otros de sus mismas ideas, en concreto con León de Achrida, lanzó una calculada campaña contra las costumbres y los usos latinos, y ordenó el cierre de todas las iglesias latinas existentes en Constantinopla, bajo el pretexto de que la Eucaristía se celebraba con pan ázimo.

 Roma reaccionó rápidamente contra esta medida arbitraria del Patriarca, y se redactó una primera carta con la finalidad de demostrar la verdad dogmática del Primado Romano a la luz de la Tradición y de la Escritura. También se envió a Constantinopla una embajada presidida por el cardenal. Humberto, que tenía un influjo grande en la Iglesia latina, con la idea de solucionar los problemas que se habían planteado.

El cardenal. Humberto era hombre de innegable erudición teológica, patrística y canónica, con amplios conocimientos del griego y de los griegos, ocurrente y fecundo. Al mismo tiempo impetuoso y vehemente, y un tanto imprudente en sus decisiones o manifestaciones. No era, por tanto, en razón de este carácter, el hombre más apropiado para una misión que exigía el mayor tacto y delicadeza. Pero la elección quedaba hecha. Entre los documentos que llevaba el cardenal iba uno, firmado por el Papa, de excomunión contra el Patriarca si éste no se enmendaba.

Tardaron en celebrarse las primeras entrevistas por razones de susceptibilidades en las precedencias. Por otra parte, el papa León IX fallecía el 13 de abril, y el Patriarca decidió ir dando largas al asunto llevado por los legados. Éstos a su vez quedaban en una situación comprometida, pues había desaparecido su mandatario. Entretanto, el card. Humberto emprendió una polémica sobre los ázimos con el monje del Studion Nicetas Sthetatos. Éste publicó un folleto sobre el tema y otros puntos, que el cardenal se apresuró a refutar con gran erudición, en un documento donde no faltaban expresiones hirientes. Recordemos algunas: «más bestia que burro, Nicetas es más un Epicuro que un monje: su puesto no debe estar en un monasterio, sino en un circo o en un lupanar». Estas y otras expresiones por el estilo, que omitimos, terminan con una sentencia de excomunión. Se dice que Nicetas se arrepintió, reconoció la doctrina de Humberto y se hizo gran amigo suyo.

El patriarca de Constantinopla, Miguel Cerulario

En cambio, era notoria la obstinación del Patriarca a no entrevistarse con los legados pontificios. Humberto no podía prolongar más su estancia en Constantinopla y decidió excomulgar a Cerulario si éste no se retractaba. Y el sábado 16 de julio de 1054, cuando iba a comenzar el oficio litúrgico, ante todo el pueblo reunido, se adelantó hasta el altar de Santa Sofía, y depositó sobre él el decreto de excomunión contra el Patriarca rebelde y sus partidarios. El documento tiene frases muy fuertes contra el Patriarca y los suyos.

 Estas expresiones tan duras, y sobre todo el hecho mismo de la excomunión, suscitaron fuerte reacción. Enterado Cerulario del texto de excomunión, era ahora él quien citaba a los legados papales para demandarles razón de su proceder. Sería en vano, pues éstos se habían apresurado a abandonar inmediatamente la capital. Pero se quiso dar carácter oficial a la protesta, y el domingo siguiente, 24 de julio, se reunía el sínodo patriarcal con una docena de metropolitas y dos arzobispos bajo la presidencia de Cerulario. Se dictó un edicto sinodal que condenaba a su vez toda la actuación de los legados romanos. Se condenaba, no a la Santa Sede precisamente, sino al cardenal y a su embajada, poniendo ya en tela de juicio los títulos jurídicos de su nombramiento. Quizá fuera un medio sagaz de dejar las puertas abiertas para una ulterior negociación con Roma. De todo ello pasaba información a los demás Patriarcas, pues había sido toda la Iglesia Oriental la que había quedado humillada. En el documento volvían a aparecer todas las consabidas acusaciones contra los latinos.

El proceder impetuoso del cardenal, que hubiera debido limitarse a la condenación del Patriarca solo pero envolvió en la excomunión, con palabras tan duras, al mismo pueblo bizantino. Un acto infeliz en verdad, que en lugar de apaciguar los ánimos de los orientales, los excitó, facilitando así tal vez el que se acabara llegando a la ruptura.

 Bibliografía

Enciclopedia GER