El 2 de
septiembre de 909 Guillermo, conde de Auvernia y duque de
Aquitania, cedía al abad de Baume, Bernon, la villa de Cluny,
situada a 15 Km de Mácon, en el valle del Grosne, bordeado de
colinas. Así nacía la célebre abadía borgoñona, cabeza de un
extenso movimiento reformador y heredera de la misión y del
espíritu de Benito de Aniano.
Dos
cláusulas de la carta fundacional hacían sospechar que, pese al
reducido número de monjes que se le asignaban, 12, el naciente
monasterio era un proyecto innovador: debía estar exento de todo
poder tanto laico (real o señorial), como religioso (episcopal), y
sometido únicamente a la Sede Apostólica. Nace, pues, de una
reacción contra el intrusismo civil que minaba los mejores
proyectos de reforma monástica. Ésta sometido inmediatamente a un
superior regular: Bernon, hombre austero y abad de la triple
abadía de Gigny-Baume-Cluny.
Reconstrucción
de la Abadía de Cluny |
En
marzo del 931, Juan XI consagraba la orientación que le
imprimió Odón I y erigía a Cluny en casa madre de los
monasterios ya reformados y de los que en el futuro se
reformasen. La Orden cluniacense quedaba jurídicamente
constituida, con un poder centralizante en manos de la
omnímoda dirección del abad de Cluny y la supervisión del
Papa. En una sociedad feudal, Cluny representará una gran
potencia religiosa feudal.
La
organización bosquejada por Máyolo se perfila bajo el abadiato
de Odilón. A su muerte (1049), la Orden de Cluny está
constituida. |
Y da
comienzo esa serie de grandes abades, que elevan a C. a una altura
increíble y la convierten en pieza maestra de la reforma
eclesiástica y vivero de Papas, cardenales, obispos, sabios y
reformadores. Entre los 61 abades que a lo largo de sus 880 años
de existencia gobiernan los destinos de Cluny, destacan Odón I,
Máyolo, Odilón, Hugo y Pedro el Venerable, cinco hombres que
llenan los dos primeros siglos de la historia cluniacense, los
mejores y más gloriosos.
En este tiempo, Cluny es un auténtico centro internacional de
ideas y reformas, y su abad, una potencia que ningún príncipe
puede desconocer. En el 965 son en Cluny 160 monjes; al morir
Odilón (1049), 65 abadías, sin contar los prioratos dependientes,
constituyen la Orden de Cluny; 60 años más tarde, a la muerte de
Hugo, el número de abadías afiliadas a Cluny ascenderá a 1.184: la
estrella de Cluny había alcanzado el cenit de su esplendor.
La
lenta decadencia de la abadía se explica por la gradual
pérdida de los dos pilares que habían sostenido su grandeza:
la exención civil y su independencia religiosa. A partir del
siglo XIII, una progresiva mediatización de la elección de
abades por la monarquía francesa influyó negativamente. Los
reyes, aun prodigando sus favores, minan metódicamente por su
administración los privilegios de la jurisdicción cluniacense.
La imposición de abades procedentes de las grandes familias de
la nobleza franca, si no siempre obstaculiza una vida
religiosa observante, la priva de ese espíritu renovador que
originó congregaciones como las de Saint-Vanne y San Mauro. |
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Bibliografía
Gran Enciclopedia Rialp
Orlandis, José; Historia de la Iglesia
Kairos. Religión Católica. 4º ESO. Ed. Casals
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