Dpto. Religión

4º ESO

Curso 2007/08

AÑO  909 /  FUNDACIÓN DEL MONASTERIO DE CLUNY

Aram Mkhitzrvan

                                                                                                                

El 2 de septiembre de 909 Guillermo, conde de Auvernia y duque de Aquitania, cedía al abad de Baume, Bernon, la villa de Cluny, situada a 15 Km de Mácon, en el valle del Grosne, bordeado de colinas. Así nacía la célebre abadía borgoñona, cabeza de un extenso movimiento reformador y heredera de la misión y del espíritu de Benito de Aniano.

Dos cláusulas de la carta fundacional hacían sospechar que, pese al reducido número de monjes que se le asignaban, 12, el naciente monasterio era un proyecto innovador: debía estar exento de todo poder tanto laico (real o señorial), como religioso (episcopal), y sometido únicamente a la Sede Apostólica. Nace, pues, de una reacción contra el intrusismo civil que minaba los mejores proyectos de reforma monástica. Ésta sometido inmediatamente a un superior regular: Bernon, hombre austero y abad de la triple abadía de Gigny-Baume-Cluny.

Reconstrucción de la Abadía de Cluny

En marzo del 931, Juan XI consagraba la orientación que le imprimió Odón I y erigía a Cluny en casa madre de los monasterios ya reformados y de los que en el futuro se reformasen. La Orden cluniacense quedaba jurídicamente constituida, con un poder centralizante en manos de la omnímoda dirección del abad de Cluny y la supervisión del Papa. En una sociedad feudal, Cluny representará una gran potencia religiosa feudal.

La organización bosquejada por Máyolo se perfila bajo el abadiato de Odilón. A su muerte (1049), la Orden de Cluny está constituida.

Y da comienzo esa serie de grandes abades, que elevan a C. a una altura increíble y la convierten en pieza maestra de la reforma eclesiástica y vivero de Papas, cardenales, obispos, sabios y reformadores. Entre los 61 abades que a lo largo de sus 880 años de existencia gobiernan los destinos de Cluny, destacan Odón I, Máyolo, Odilón, Hugo y Pedro el Venerable, cinco hombres que llenan los dos primeros siglos de la historia cluniacense, los mejores y más gloriosos.
En este tiempo, Cluny es un auténtico centro internacional de ideas y reformas, y su abad, una potencia que ningún príncipe puede desconocer. En el 965 son en Cluny 160 monjes; al morir Odilón (1049), 65 abadías, sin contar los prioratos dependientes, constituyen la Orden de Cluny; 60 años más tarde, a la muerte de Hugo, el número de abadías afiliadas a Cluny ascenderá a 1.184: la estrella de Cluny había alcanzado el cenit de su esplendor.

La lenta decadencia de la abadía se explica por la gradual pérdida de los dos pilares que habían sostenido su grandeza: la exención civil y su independencia religiosa. A partir del siglo XIII, una progresiva mediatización de la elección de abades por la monarquía francesa influyó negativamente. Los reyes, aun prodigando sus favores, minan metódicamente por su administración los privilegios de la jurisdicción cluniacense. La imposición de abades procedentes de las grandes familias de la nobleza franca, si no siempre obstaculiza una vida religiosa observante, la priva de ese espíritu renovador que originó congregaciones como las de Saint-Vanne y San Mauro.

Bibliografía

Gran Enciclopedia Rialp

Orlandis, José; Historia de la Iglesia

Kairos. Religión Católica. 4º ESO. Ed. Casals