Angelo Giuseppe Roncalli nació el 25 de
noviembre de 1881, en Sotto il Monte cerca a Bergamo, al norte de
Italia. Hijo de un labrador, pertenecía a una familia humilde y
muy numerosa: él era el tercero de trece hermanos
En su infancia, conjugando sus
estudios con los trabajos agrícolas, Angelo asistió a la
escuela de su pueblo. Cumplidos los 17 años, al escuchar el
llamado de Dios para servirle como sacerdote, ingresó al
seminario en Bergamo. Debido a su buen aprovechamiento, le fue
concedida dos años más tarde una beca, que le permitió
continuar sus estudios teológicos en el Instituto San Apolinar,
en Roma. En 1904 terminaba sus estudios de teología, siendo
ordenado ese mismo año. Su primera misa la oficiaría en la
Basílica de San Pedro, en Roma.
Pronto volvió a su diócesis, en
Bergamo, donde trabajó como secretario de su obispo
(1905-1914). Al mismo tiempo se desempeñaba como profesor de
historia de la Iglesia y de apologética en el Seminario de su
ciudad. |
Juan XXIII |
La primera guerra mundial interrumpió
sus labores habituales, pues fue llamado a dar su apoyo en la
pastoral sanitaria, siendo incorporado posteriormente al cuerpo de
capellanes militares.
Terminada la guerra, el padre Roncalli
volvió a sus antiguas ocupaciones, aunque pocos años más tarde, en
1921, el Papa Benedicto XV lo llamó a Roma para trabajar en la
Congregación para la propagación de la Fe.
En 1925 recibía la ordenación episcopal
de manos de S.S. Pío XI, quien desde entonces lo introduciría a
las tareas diplomáticas nombrándolo Visitador Apostólico -y desde
1931, Delegado Apostólico— en Bulgaria.
Nueve años después, en 1934, sería
nombrado Delegado Apostólico para Grecia y Turquía. Su lugar de
residencia, hasta 1937, sería Estambul, y posteriormente, Atenas.
En esta última ciudad pasaría la mayor parte de la segunda guerra
mundial, donde con ayuda de la Santa Sede y en contacto estrecho
con la Iglesia Ortodoxa, se dispuso a prestar una significativa
ayuda a la población nativa.
Su fructífera labor en Estambul hizo que
Pío XII le enviase como Nuncio a Francia, en diciembre de 1944.
Sus denodados esfuerzos por apoyar al episcopado local le
permitieron a la vez desarrollar nuevos métodos pastorales. Como
Nuncio intercedió para que los prisioneros de guerra recibiesen un
trato digno, logrando que aquellos que se preparaban para el
sacerdocio, pudiesen seguir sus cursos de teología en Chartres.
En 1952 fue nombrado Observador
Permanente de la Santa Sede ante la ONU.
En enero del año siguiente fue nombrado
cardenal y patriarca de Venecia, en donde, paternal y
bondadosamente, siempre espontáneo y cercano en el trato con la
población y con el clero, con un notable celo pastoral supo
conducir a la grey encomendada a su cuidado por el camino de la
virtud cristiana.
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Su
pontificado
El cardenal Angelo Giuseppe Roncalli
contaba con 76 años cuando el 28 de octubre de 1958 era
elegido para suceder en la sede petrina a Pío XII.
A pesar de su edad —por la que
muchos quisieron considerar su pontificado como uno "de
transición"— Juan XXIII se preparaba para asumir un gran reto:
convocar un nuevo Concilio Ecuménico, lo que tomó por sorpresa
a más de uno. |
El espíritu de su pontificado fue
definido por él mismo en junio de 1959, con el término:
aggiornamento, que se esclarecerá mejor en el radiomensaje
Ecclesia Christi lumen gentium, del 11 de setiembre de 1962,
en vísperas de la apertura Concilio. Era el deseo del nuevo Papa y
de la Iglesia toda prepararse para responder con fidelidad a los
nuevos desafíos apostólicos del mundo moderno.
Así, pues, el "Papa bueno", un 25 de
enero de 1959 (poco más de dos meses de iniciado su pontificado),
tomaba por sorpresa a propios y extraños convocando a todos los
obispos del mundo a la celebración del Concilio Vaticano II.
La apertura eclesial al mundo se
muestra con claridad en sus encíclicas, siempre dejando en claro
que ello no significaba en absoluto ceder en las verdades de fe.
«Esta doctrina es, sin duda, verdadera e inmutable, y el fiel debe
prestarle obediencia, pero hay que investigarla y exponerla según
las exigenciasde nuestro tiempo. Una cosa, en efecto, es el
depósito de la fe o las verdades que contiene nuestra venerable
doctrina, y otra distinta es el modo como se enuncian estas
verdades, conservando, sin embargo, el mismo sentido y
significado».
Dentro de este espíritu de apertura en
fidelidad a la doctrina de siempre, el Papa Juan XXIII se esforzó
también en buscar un mayor acercamiento y unión entre los
cristianos. Su encíclica Ad Petri cathedram (1959) y la
institución de un Secretariado para la Promoción de la Unión de
los Cristianos fueron hitos muy importantes en este propósito.
Pronto el Papa Juan XXIII se enteraba de
su mortal enfermedad que, asociándolo a la Cruz del Señor, le
llevaría por un largo camino de pasión, ofrecido por toda la
Iglesia.
El 23 de mayo de 1963 se anunciaba
públicamente la enfermedad del papa (cáncer de estómago). Murió en
Roma el 3 junio de 1963. Su muerte suscitó una profunda tristeza
en el mundo entero, lo que manifestó manera en que este Papa se
hizo querer en tan poco tiempo.
Fue sucedido por Pablo VI quien en 1965
iniciaría su proceso de beatificación después de la clausura del
Concilio Vaticano II. Juan XXIII fue beatificado por Juan Pablo II.
Bibliografía
- Gran
enciclopedia GER
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