Dpto. Religión

4º ESO

Curso 2008/09

AÑOS 1914-1918    /    PRIMERA GUERRA MUNDIAL

Enrique Ormazabal

                                                                                                       

Es conocida también por el nombre de Guerra europea o Gran Guerra. Cuarenta países participaron en esta guerra como oponentes entre ellos, y como, las repercusiones alcanzaron a muchos más; por eso se denomina Guerra mundial. Esta guerra se prolongo durante, cuatro años y tres meses, fue también muy superior a lo previsto por sus propios responsables, y por culpa de este duro e injusto acontecimiento, murieron millones de personas y causó daños incalculables a la Humanidad.

Los orígenes del conflicto. Los años que van de 1870 a 1914 constituyen el periodo que es conocido como la bella época, y su sistema de relaciones internacionales como la «paz armada». El desarrollo tecnológico, el reforzamiento del poder de los Estados y hasta razones de prestigio contribuyeron a armar hasta los dientes a las grandes potencias; pero, al mismo tiempo, se predicaba una paz universal, se celebraban conferencias internacionales y hasta se llegó a afirmar que la cultura y la civilización del hombre moderno había logrado acabar con las guerras, como habían hecho con el tormento o con la peste.

Pero la paz casi general de 1870-1914, se basada en convicciones pragmáticas más que en auténticos principios éticos.

Sin embargo, los mismos intereses que aconsejaron durante tantos años la paz como un bien apetecible, llegaron a provocar el espejismo de una guerra que, en caso de victoria, llevaría al logro, las máximas ambiciones. Pero una visión puramente economista de la primera Guerra mundial sería incompleta. Juegan también razones de prestigio, la exacerbación de los nacionalistas, el ansia de recuperar regiones, o revanchismos fanáticos, como el francés, latente desde la Guerra francoprusiana.

La guerra de movimientos. El 28 de junio de 1914, el archiduque Francisco Fernando, príncipe heredero del Imperio austro-húngaro, fue asesinado en Sarajevo por un terrorista bosnio, al servicio de la organización paneslavista la Mano Negra, dirigida desde Belgrado. El canciller austriaco, Berchtold, pensaba que era preciso humillar a Serbia si se quería mantener el prestigio imperial en los Balcanes. Como la política paneslavista era alentada a su vez por Rusia y Austria, consultó con Alemania antes de lanzarse a la acción.

Aunque el canciller germano, Bettmann-Hollweg, era pacifista, comprendió que no podía perder el único aliado que le quedaba en Europa, y prometió contener a San Petersburgo mientras Austria se entendía con Serbia; confiaba que los resortes diplomáticos bastarían, como en la anterior crisis de Bosnia, en 1908, para asegurar la inhibición rusa. Aquí estuvo la fatal equivocación.

Archiduque Francisco Fernando

 Contando con el apoyo alemán, Austria declaró la guerra a Serbia el 28 de julio. Rusia, para intimidar a Austria, ordenó la movilización general, no sólo contra Austria, sino también, contra Alemania. A su vez Alemania pretendió contener a Rusia con un ultimátum que, contra lo que esperaba el Kaiser Guillermo II, no evitó la movilización rusa. El 1 de agosto de 1914 comenzaron las hostilidades entre los rusos y los alemanes. Un día más tarde, Alemania exigió a Francia  la neutralidad, y se encontró con una dura respuesta de París, porque ésta, a su vez ordenó la movilización general. Como los Estados Mayores fiaban el éxito de las operaciones en la rapidez del ataque inicial, los alemanes decidieron comenzar, sin más, la invasión de Francia, no sólo a través de la frontera común, sino utilizando a Bélgica para provocar un movimiento envolvente. La agresión alemana al pequeño país sirvió a Gran Bretaña, aunque sus motivos de fondo eran muy distintos, como pretexto para declarar la guerra a Alemania. Un fatal proceso en cadena había convertido la disputa austro-serbia en una gran guerra europea.

Las operaciones se desarrollaron en un principio con tal rapidez, que se generalizó el convencimiento de que el conflicto habría terminado antes de las Navidades. Mientras los rusos invadían Alemania por la Prusia oriental, los alemanes atacaban con todas sus fuerzas en el Oeste para aplastar a Francia. Pero la necesidad de retirar divisiones para contener el empuje ruso en el Este, dejó a los alemanes en inferioridad numérica, y les impidió dar a su frente de ataque, la amplitud prevista. Del propio París partió el contraataque del general Joffre, que embistió un flanco, al enemigo. La batalla del Mame (6-14 de septiembre) detuvo el avance alemán, aunque no consiguió dar la iniciativa a los franceses. El frente quedó a medias.

Más espectacular aún fue el fracaso ruso en Prusia oriental. Cuando las tropas rusas de Samsonov se aproximaban a Kónigsberg, Alemania contraatacó de improviso y, en dos batallas sucesivas (Tannenberg, 25-29 de agosto; Lagos mazurianos, 5-12 de septiembre) aniquiló por separado a las dos fracciones en que se había dividido el ejército ruso. En unas semanas, Rusia había perdido toda oportunidad de vencer a Alemania; pero, a su vez, los alemanes, no se sentían en condiciones de invadir el inmenso país ruso. También aquí se había pasado inesperadamente de la espectacular guerra de movimientos a la odiosa guerra de posiciones.

Guerra de trincheras

La guerra de posiciones. Trincheras, parapetos fortificados, duelos de artillería e intentos fallidos de romper el frente, constituyeron desde entonces el panorama habitual de la guerra, sobre todo en el Oeste. La escasez de grandes movimientos no ahorró crueldad a la lucha, sino más bien todo lo contrario, pues los intentos de romper la situación de empate, obligaron a ambos bandos a tremendos esfuerzos y brutales sangrías.

Los alemanes hubieran quizá podido decidir la guerra en el frente occidental en 1915, debido a su superior producción de armamentos, que en una guerra de desgaste hubiera obligado a los aliados occidentales a agotar sus reservas de municiones, entonces escasas, pero se decidieron por atacar hacía el Este, en donde conquistaron gran parte de Polonia. Pero el gigante ruso seguía resistiendo, y los alemanes hubieron de frenar su avance, so pena de debilitar excesivamente sus líneas.

En 1916 se intensificó la espantosa guerra de desgaste. En ambos bandos comenzaba a cundir el desaliento. Menudearon las deserciones entre las tropas y se tantearon ofertas de paz, que fracasaron por intransigencias de unos y otros, especialmente de los aliados occidentales, que sabían que una guerra larga acabaría agotando a sus adversarios. El conflicto prosiguió, más fuerte que nunca.

La guerra definitiva. El fracaso de los intentos de arreglo endureció las posiciones, y provocó en la contienda un carácter de «guerra total».

Los alemanes, cercados en su reducto continental por un enemigo que dominaba las comunicaciones con el resto del mundo, pensaron bloquear a su vez el abastecimiento aliado mediante la intensificación de la guerra submarina. Los sumergibles germanos, proyectados en un principio para destruir la armada británica, se habían revelado como un arma formidable contra los buques mercantes. Los ataques a buques neutrales que comerciaban con los aliados les ganaron la enemistad de medio mundo, y sobre todo de los Estados Unidos, que declararon la guerra a Alemania el 2 de abril.

En febrero de 1917 había estallado la revolución en Rusia. El Imperio ruso se venía abajo y los alemanes comprendieron que la ocasión era única para acabar con el frente del Este. Toda la primavera y verano de 1917 fueron de espectaculares avances germanos en el corazón de Rusia: Letonia, Rusia Blanca y Ucrania fueron ocupadas en agosto y septiembre. Una segunda revolución, la soviética de octubre, implantó la dictadura comunista de Lenin, decidió el fin de la guerra en el frente oriental. El 15 de diciembre se llegó a la paz de Brest Litovsk (3 mar. 1918) deparaba a Alemania la victoria sobre Rusia. Lenin, aunque había perdido inmensos territorios, quedaba con las manos libres para hacer su revolución.

Alemania, entonces, También quedó con las manos libres para realizar un supremo esfuerzo en el Oeste. Ya en el otoño de 1917 habían dejado a Italia prácticamente fuera de combate, tras la espectacular victoria de Caporetto. El año 1918 iba a presenciar así la decisión final de la guerra en el atormentado frente francés. Ludendorff comprendió que era preciso apresurarse, porque los refuerzos norteamericanos llegaban a Europa con más celeridad de lo que se había previsto.

El 21 de marzo de 1918 comenzó la ofensiva final de los alemanes. La primera embestida, en marzo, llegó casi hasta París, pero las tropas alemanas destinadas a abrir por el sector de Reims un camino más fácil hacia París, mostraron su agotamiento. Los aliados, que contaban ya con un millón de soldados norteamericanos, habían logrado una superioridad numérica increíble en muy poco tiempo.

Hubo millones de muertos

En agosto comenzó a derrumbarse el frente alemán. En septiembre, el avance aliado se hizo más fácil, mientras los italianos contraatacaban por Venecia, y los turcos se veían impotentes ante la invasión de Mesopotamia. El 16 de octubre estalló la revolución en Praga, y en pocos días el decadente Imperio austro-húngaro se vino abajo. A fines de octubre, los turcos pedían la paz, y el 3 de noviembre Austria-Hungría hacía lo mismo.

Alemania, aunque dominaba todavía Bélgica y un trozo de territorio francés, se desmoronaba también interiormente. Ya a primeros de noviembre empezaron a registrarse alzamientos socialistas en el Norte de Alemania y la cuenca del Ruhr. Guillermo II huyó a Holanda, mientras un Gobierno provisional socialista solicitaba de los aliados el armisticio, que se firmó el 11 de noviembre de 1918.

Conclusión. La primera Guerra mundial fue uno de los traumas más graves sufridos hasta entonces por la Humanidad. Surgida de una alocamiento que casi nadie comprendió, en un momento en que casi todas las potencias de Europa estaban dirigidas por políticos pacifistas, fue un tremendo error de cálculo, aparte sus injustificables motivaciones desde el punto de vista ético, que pronto desengañó a todos. Pero el honor y el prestigio nacional obcecó a los contendientes hasta el punto de que, aun reconociendo muchas veces la falta de sentido de aquella lucha, no sólo no permitió una reconciliación a tiempo, sino que condujo a una paz basada en la venganza y el odio, que no haría más que  acumular afanes de revancha en el bando vencido, y facilitaría el camino de un segundo conflicto, todavía más grave, una generación más tarde.

Diez millones de muertos, de 70 millones de hombres movilizados, 20 millones de heridos, ocho naciones invadidas, 12 millones de t. de buques enviadas al fondo del mar y 400.000 millones de dólares, cuentan entre las pérdidas materiales. Las morales, imposibles de recoger en estadísticas, fueron sin duda más graves aún. Toda la confianza del hombre de Occidente en sí mismo, denominador común de la era del positivismo y de la bella época, se derrumbó catastróficamente. La angustia llenó los campos de la filosofía, la literatura y el arte. El mundo no había de vivir ya un momento de apacible seguridad y de confianza en el futuro.

Benedicto XV se esforzó, sin éxito, en lograr la paz entre los bandos beligerantes. Al finalizar la guerra envió un legado que participó en la elaboración del Tratado de Versalles.

La guerra y su resolución fueron ocasión para que, durante su pontificado, fuera expuesta con firmeza la doctrina católica sobre la paz, la guerra justa y el derecho de los pueblos (encíclica pacem Dei munus, 1920); Benedicto XV impulsó la participación de instituciones católicas en la asistencia de heridos, enfermos y refugiados de la guerra.

 Bibliografía

 

Enciclopedia GER

Libro de Religión 4º ESO – Kairos- Casals