En el año
70, las tropas romanas que invadieron Jerusalén destruyeron el templo.
Este hecho tiene una gran importancia. Jesús había hablado de la
destrucción de la ciudad y de su templo cuarenta años antes.
Para
Israel, la ciudad de Jerusalén y el Templo lo eran todo, y no sólo en
el aspecto religioso sino también en el social y el económico. Su
destrucción significó la destrucción de toda la nación.
Para la
realización del trabajo hemos recurrido a la obra de Flavio Josefo,
por lo que dividimos el trabajo en varios bloques:
El Templo de Jerusalén,
Jesús en el Templo,
Profecías de
Jesús sobre Jerusalén y el Templo, Flavio
Josefo,
Destrucción del Templo y conquista de Jerusalén y
Bibliogafía
El Templo de Jerusalén
El
centro del culto de la nación judía lo constituía principalmente
el Templo.
El
Templo primitivo fue construido por Salomón y destruido por
Nabuconodosor en 588; y reconstruido por Zorobabel, a la vuelta
del cautiverio de Babilonia, en el mismo sitio del anterior.
Este
segundo templo fue el que agrandó y embelleció Herodes. En primer
lugar, se amplió considerablemente la explanada, lo que exigió
grandes proezas de ingeniería. El muro de contención debía
resistir grandes tensiones. Dos de sus esquinas colgaban sobre el
valle y la plataforma estaba allí a unos 45 m. por encima del
suelo. En la esquina del sureste hubo que sostener la plataforma
con una serie de arcos, conocidos en la actualidad como los
establos de Salomón. |
Templo de Jerusalén |
En la parte
exterior estaba el patio de los gentiles, rodeado de una muralla
almenada; los cuatro lados del patio estaban rodeados de suntuosos
pórticos al estilo helenista. Sobre el muro donde finalizaba el atrio
de los Gentiles, podían leerse rótulos en hebreo, griego y latín.
Estos rótulos advertían muy seriamente que todo no judío que
traspasara aquel límite, sería castigado con la muerte.
En el
centro de este patio comenzaba el templo propiamente dicho.
En primer
lugar, el patio de las mujeres; en cada uno de sus ángulos se
levantaban algunas salas. Venía luego el patio de Israel reservado a
los hombres, separado por una balaustrada del patio de los sacerdotes.
Allí estaba el altar, así como los mataderos. Alrededor de todo este
espacio, nuevos pórticos y salones. El santuario era una imitación del
de Salomón: un vestíbulo con una entrada majestuosa; la mesa de los
panes de la proposición y el gran candelabro de los siete brazos, el
altar de los perfumes. Finalmente, separado por una cortina doble, el
Santo de los Santos, en el que sólo el sumo sacerdote entraba el día
de la fiesta de la Expiación.
Templo de Jerusalén |
Profecías de Jesús sobre Jerusalén y el Templo
Durante su vida en la tierra, Jesús realizó distintas
profecias sobre la suerte de Jerusaén, la ciudad santa, y su
Templo.
- Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed
entonces que se acerca su desolación. (...) y Jerusalén será
pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de
los gentiles. (Lucas 21:20-24.)
- Después que Jesús salió del Templo, mientras se alejaba, se
acercaron sus discípulos para llamar su atención sobre las
construcciones del Templo. Pero él les dijo: ¿Veis todo esto?
En verdad os digo que no quedará aquí piedra sobre piedra que
no sea derruida. (Mt 24, 1-2). |
|
-
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y lapidas a los
que te son enviados; cuántas veces he querido reunir a tus hijos
como la gallina a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste! He
aquí que vuestra casa se os va a quedar desierta. Os aseguro que
no me veréis hasta que llegue el día en que digáis: Bendito el que
viene en nombre del Señor. (Lc 13, 34-35) |
Jesús en el Templo
Jesús
aprendería de sus padres el respeto y el amor por el Templo y
la ciudad santa: «Sus padres iban todos los años a
Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Y cuando tuvo doce años
subieron a la fiesta como era costumbre...» (Lc 2, 41-42).
A poco de haber nacido, Jesús fue llevado al Templo lugar para
la purificación de su madre tras el parto y «para presentarlo
a1 Señor, como está escrito en la 1ey» (Lc 2, 22-23).
Cuando más tarde se convirtió en sujeto del tributo que
obligaba a todo judío para el mantenimiento y culto del
Templo, Jesús lo pagó regularmente, sin poner ninguna
objeción: «Cuando entraron en Cafarnaúm, los recaudadores del
tributo se acercaron a Pedro y le dijeron: "¿No paga vuestro
Maestrea la didracma?" Respondió: "Si'» (Mt 17, 24).
Su
amor por el Templo era tal que los Evangelistas narraron la
expulsión de los mercaderes: Entró Jesús en el Templo y
expulsó a todos los que vendían y compraban en el Templo;
volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los que
vendían palomas, mientras les decía: Escrito está: Mi casa
será llamada casa de oración, pero vosotros la estáis haciendo
una cueva de ladrones. (Mt 21, 12-13) |
Expulsión del Templo |
Flavio
Josefo
|
En el año 67 d.C., el emperador Nerón envió al
general Tito Flavio Vespasiano a Palestina para sofocar una
rebelión de la población judaica, que ya hacía años que
duraba. Vespasiano venció a los judíos en Galilea y, en la
conquista de la ciudad de Jotapata hizo prisionero a un joven
llamado José ben Matías, que era considerado como caudillo de
los rebeldes de Galilea. Este José ben Matías estuvo entre los
escasísimos supervivientes a los que se les respetó la vida.
Al ser hecho prisionero fue llevado ante Vespasiano, y le
pronosticó quo se convertiría en emperador. |
Cuando
al cabo de dos años, Vespasiano entró en Roma como emperador,
llevó consigo a José ben Matías, le concedió la ciudadanía romana
y lo nombró historiador oficial del imperio.
Se hizo
llamar Flavio Josefo y después de la destrucción de Jerusalén y de
la definitiva ruina de Israel, Josefo se estableció
definitivamente en Roma donde escribiría La guerra de los judíos;
en la que describe la formidable tragedia de la que fue
protagonista y testigo entre los años 66 y 70.
Destrucción del Templo y conquista de Jerusalén
Las facciones radicales judías de
Jerusalén estaban totalmente decididas a sacudirse el yugo romano.
En el año 66 d.C., Roma envió a las legiones acaudilladas por
Cestio Galo, gobernador de Siria. Años más tarde, el año 70 d.C.,
el general Tito marchó a conquistar Jerusalén y su grandioso
Templo.
Legiones romanas |
Tito exhortó a los judíos a rendir la ciudad a fin de salvar
la vida. A continuación, cercó la ciudad con estacas
puntiagudas, eliminando la posibilidad de escapar o
desplazarse.
El
general romano puso todo su empeño en salvar el Templo. Tanto
es así que comenta Favio Josefo «despertaron la irritación no
sólo de sus soldados sino también de sus oficiales puesto que,
por salvar un templo extranjero causaba daños y perjuicios a
sus hombres».
Finalmente Tito se decidió lanzar un ataque contra la parte
exterior del Templo y ordenó incendiar las puertas exteriores
de los atrios y entonces, según narra Flavio Josefo, «se
propagó rápidamente el fuego a la madera, envolviendo a los
pórticos en un mar de llamas. |
Tito
ordenó apagar las llamas y abrir una brecha en dirección a las
puertas matando a los resistentes y salvando al mismo tiempo la
construcción, ya que quería apoderarse del edificio que se había
convertido en el núcleo principal de la resistencia.
«Tito
decidió que si los judíos tomaban posiciones en el templo para
continuar la resistencia, habría que emplearse a fondo contra las
cosas en vez de contra los hombres, pero en ningún caso habría que
entregar a las llamas aquella magnífica construcción...»
El 16
de agosto del año 70, «Tito se retiró a la Torre Antonia, decidido
a desencadenar al amanecer un asalto con todos sus efectivos para
apoderarse de todas las partes del Templo».
«Cuando
Tito se retiró, los rebeldes, tras una breve pausa, se arrojaron
nuevamente contra los romanos y hubo una encarnizada lucha entre
los defensores del santuario que intentaban apagar el fuego en la
explanada interior».
«Aquellos (los legionario), tras haber puesto en fuga a los
judíos, los persiguieron hasta el interior del Templo y entonces
un soldado, sin aguardar órdenes y sin demostrar temor alguno en
cometer tan terrible acción, echó mano de una antorcha y,
secundado por uno de sus compañeros, la arrojó a través de una
ventana dorada que daba a las estancias próximas al santuario en
la parte norte».
«Alguien corrió a avisar a Tito, que se había retirado a su
tienda para descansar un poco. Puesto en pie, fue tal y como
se encontraba hacia el Templo para intentar dominar el
incendio. Lo siguieron todos sus generales, y a éstos les
siguieron muy alteradas las legiones, formándose un gran
griterío y confusión, como era inevitable en el avance
desordenado de fuerzas tan numerosas. Ya con su voz, ya con la
mano, César dio orden a los combatientes de apagar el fuego,
pero ellos no oían sus palabras, ensordecidos por un griterío
cada vez mayor, ni prestaron atención a las señales que les
hacía con la mano, enardecidos como estaban en la lucha o
arrastrados por el frenesí. Para detener el ímpetu de los
legionarios no sirvieron ni requerimientos ni las amenazas,
pues todos se dejaron llevar por la furia». |
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«De
repente, uno de los que habían entrado en el templo, cuando ya
César había salido para intentar detener a los soldados, lanzó en
la oscuridad una antorcha contra los goznes de la puerta (la del
Sancta Sanctorum). Tras la inmediata extensión del fuego hacia el
interior, César y sus generales se retiraron y ya nadie impidió a
los soldados que estaban fuera propagar el incendio». |
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