Dividimos el trabajo en tres apartados:
Antecedentes; Edicto de Milán y
Bibliografía
Antecedentes
El
emperador Diocleciano, junto con Galerio, desató en el año 303 lo
que se conoce como la "gran persecución", en un intento de
restaurar la unidad Estatal, amenazada a su entender por el
incesante crecimiento del cristianismo. Entre otras cosas ordenó
demoler las iglesias de los cristianos, quemar las copias de la
Biblia, entregar a muerte a las autoridades eclesiásticas, privar
a todos los cristianos de cargos públicos y derechos civiles,
hacer sacrificios a los dioses bajo pena de muerte, etc.
Ante la
ineficacia que tuvieron estas medidas para acabar con el
cristianismo, Galerio, por motivos de clemencia y de oportunidad
política, promulgó el 30 de abril del 311 el decreto de
indulgencia, por el que cesaban las persecuciones cristianas. Se
reconoce a los cristianos existencia legal, y libertad para
celebrar reuniones y construirse templos.
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Constantino,
emperador |
"Habiendo recibido esta indulgencia, ellos habrán de orar a su
Dios por nuestra seguridad, por la de la República, y por la
propia, que la república continúe intacta, y para que ellos puedan
vivir tranquilamente en sus hogares." —Emperador Galerio
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Edicto de Milán
Mientras tanto,
Constantino había sido elegido emperador en occidente. Después de
que derrotara a Majencio en el 312, en el mes de febrero del año
siguiente se reunió en Milán con el emperador de oriente, Licinio.
Entre otras cosas trataron de los cristianos y acordaron publicar
nuevas disposiciones en su favor. El resultado de este encuentro
es lo que se conoce como “Edicto de Milán”, aunque probablemente
no existió un edicto promulgado en Milán por los dos emperadores.
Lo acordado allí lo conocemos por el edicto publicado por Licinio
para la parte oriental del Imperio.
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El texto nos ha llegado por una carta escrita en el 313 a los
gobernadores provinciales, que recogen Eusebio de Cesarea (Historia
eclesiástica 10,5) y Lactancio (De mortibus persecutorum 48). En la
primera parte se establece el principio de libertad de religión para
todos los ciudadanos y, como consecuencia, se reconoce explícitamente
a los cristianos el derecho a gozar de esa libertad. El edicto
permitía practicar la propia religión no sólo a los cristianos, sino a
todos, cualquiera que fuera su culto. En la segunda se de reunión y
culto, así como otras propiedades, que habían sido confiscados por las
autoridades romanas y vendidas a particulares en la pasada
persecución.
Derrota de Majencio en
la batalla del Puente Milvio |
Lejos de atribuir al cristianismo un lugar prominente, el edicto
parece más bien querer conseguir la benevolencia de la divinidad en
todas las formas que se presentara, en consonancia con el sincretismo
que entonces practicaba Constantino, quien, a pesar de favorecer a la
Iglesia, continuó por un tiempo dando culto al Sol Invicto. En
cualquier caso, el paganismo dejó de ser la religión oficial del
Imperio y el edicto permitió que los cristianos gozaran de los mismos
derechos que los otros ciudadanos. Desde ese momento, la Iglesia pasó
a ser una religión lícita y a recibir reconocimiento jurídico por
parte del Imperio, lo que permitió un rápido florecimiento.
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Estando yo, Constantino Augusto, y yo, Licinio Augusto, felizmente
reunidos en Milán para tratar de los asuntos concernientes al interés
común ya la seguridad del Imperio, hemos pensado que entre los asuntos
que debíamos ocuparnos, nada más útil a nuestros pueblos que el de
regular primeramente la forma de honrar a la divinidad. Hemos resuelto
conceder a los cristianos y a todos los demás la libertad de practicar
la religión que prefieran, a fin de que la divinidad que preside en
los cielos sea propicia y favorable tanto a nosotros como a los que
viven bajo nuestra autoridad.
Conviene, pues, que Vuestra Excelencia sepa que derogamos las
restricciones contenidas en el edicto precedente que os habíamos
enviado con relación a los cristianos [Edicto del 312] y que a partir
de este momento nosotros les permitimos observar su religión, sin que
se les pueda inquietar ni molestar de ninguna manera
Bibliografía
- Las persecuciones
cristianas en primeroscristianos.com
- Orlandis, José; Historia de la Iglesia. La Iglesia Antigua
y Medieval.
- Chapa, Juan; 50 preguntas sobre Jesús.
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