Para hablar de la extensión del cristianismo en estos primeros siglos,
hemos divido el trabajo en dos grandes partes, las correspondientes a
Oriente y Occidente. Breve introducción,
la
expansión cristiana en Oriente,
el Cristianismo en
el Occidente y bibliografía
Introducción
Expondremos a
grandes rasgos las líneas maestras de la expansión del
Cristianismo, desde el final de la edad apostólica hasta los
primeros años del siglo III, cuando la Iglesia comenzó a vivir en
libertad. A lo largo de los siglos II y III en el corazón de la
era de las persecuciones, se puede advertir una progresiva
intensificación de la penetración cristiana en el mundo antiguo.
Esta penetración revistió distinto grado según las regiones, y
también puede afirmarse que, por lo general, afectó, sobre todo, a
la población de las ciudades. El Cristianismo fue en estos siglos
un fenómeno preferentemente urbano, y tan sólo a partir del siglo
III comenzó a difundirse con cierta amplitud en los medios rurales
aunque hubo excepciones. |
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La expansión cristiana en
Oriente
En el Oriente romano
hallamos durante la época apostólica dos principales focos de
cristianización: Siria y Asia Menor. La capital de Siria era Antioquía,
que había ocupado un lugar destacado en la historia cristiana desde
los mismos orígenes de la Iglesia. En el siglo III la acción misionera
se extendió desde aquí hacia el oriente, creándose un nuevo centro de
difusión evangélica en Edesa, capital de la región de Osrohene. Este
camino de penetración cristiana prosiguió adelante en el siglo III: el
Cristianismo avanzó por Mesopotamia, se introdujo en Persia y desde
allí los misioneros cristianos llegaron a la India. El Asia Menor fue
otro gran foco cristiano en esta época, y las iglesias se
multiplicaron en numerosas ciudades de todas las provincias. La carta
dirigida a Trajano por Plinio el Joven, gobernador de Bitinia (¿a.
111?), acredita que el Cristianismo se hallaba arraigado en la
provincia.
Asia Menor fue
también punto de partida de la difusión del Cristianismo en Armenia,
donde halló tan buena acogida que el país se cristianizó rápidamente
en el siglo III.
En Palestina, la
difusión de la fe fue más difícil y, tras el ocaso del
judeocristianismo, las comunidades cristianas parecen estar
prácticamente limitadas a la población griega de las ciudades. En
cambio, en Egipto, desde principios del siglo III se advierte un
vigoroso florecimiento de la iglesia de Alejandría, que pronto fue
famosa en todo el mundo y que se prestigió por entonces con la
figura de Orígenes. Alejandría desarrolló una actividad misional
entre la población campesina del valle del Nilo, que se
cristianizó en grado considerable a lo largo de este siglo. Por lo
que hace a la Europa oriental, Grecia quedó atrás en intensidad de
cristianización, comparada con la vecina Asia Menor. Corinto
parece haber sido el principal centro de vida cristiana. En las
regiones balcánicas y danubianas el Cristianismo había ya
penetrado en el siglo III, y la persecución de Diocleciano causó
numerosas víctimas. |
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El Cristianismo en el
Occidente romano
En la parte
occidental del Imperio, el Cristianismo arraigó prontamente en la Urbe
romana. La iglesia de Roma tuvo enseguida un elevado número de
miembros, y Tácito puede hablar de la «enorme muchedumbre» de los que
padecieron martirio en la persecución
neroniana. La Italia
meridional tuvo también núcleos cristianos desde el siglo I, y San
Pablo, al desembarcar en Pozzuoli el año 61, se encontró con los
hermanos de la comunidad de aquel puerto de mar. En el siglo
III, los
cristianos de la ciudad de Roma se contaban por millares y, esparcidas
por la Península, habría tal vez un centenar de comunidades
organizadas.
El otro gran foco
cristiano de Occidente fue el África latina, cuyo centro principal era
la vieja ciudad de Cartago. Esta región recibió
el Cristianismo en el siglo II, y antes de que terminase la centuria había
dado ya mártires de la fe. Los escritos de Tertuliano hacen pensar
que, a finales de siglo, la iglesia de Cartago era ya una notable y
vigorosa comunidad. En el transcurso del siglo III, el Cristianismo
llegó a ser, probablemente, la religión mayoritaria entre la población
romanizada de las ciudades, y los sínodos cartagineses permiten
afirmar que, en torno al año 250, existían por lo menos un centenar de
comunidades, con obispo propio en cada una. El esplendor del
Cristianismo africano en el siglo III
está inseparablemente unido a la
figura y a la obra del gran obispo mártir de Cartago, San Cipriano. La
cristianización, que fue tan intensa en las ciudades romanas de
África, apenas penetró, por el contrario, entre la población campesina
de origen púnico y en las tribus beréberes del interior. Esta
deficiencia terminaría por ser de funestas consecuencias para el
destino cristiano del África romana.
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El Cristianismo
llegó a las Galias por el sudeste. El puerto de Marsella y el
valle del Ródano eran las vías de penetración, y en el siglo II
existían cristiandades importantes en ciudades como Lyon y Vienne.
El Cristianismo alcanzó después la Germania romana, y en el siglo
III había iglesias cristianas en Tréveris, en ciudades como
Colonia y Maguncia, y en algunas localidades de la Germania
inferior. Una incipiente cristianización se había iniciado en
Britania, donde hubo mártires en el siglo III, y en el siguiente
algunos obispos insulares asistieron al concilio de Arles (a.
314). |
España era, por
último, la región más occidental del Imperio, adonde las influencias
cristianas llegaban procedentes, sobre todo, de Roma y del África
romana. Hacia el año 200, Tertuliano, al proclamar que el Cristianismo
se hallaba extendido por doquier entre los pueblos del mundo conocido,
precisaba que había llegado ya a todos los confines de Hispania. El
tono apologético del texto no autoriza a aceptar literalmente esta
afirmación, pero sí a recibirla como testimonio de una sustancial
presencia cristiana en la Península, al finalizar el siglo III. En el
siglo III, los escritos de San Cipriano y las noticias de martirios
revelan la existencia de núcleos cristianos en toda la Península. Las
actas del concilio de Elvira (a. 305) ofrecen un cuadro bastante
preciso de la situación de la Iglesia en España al término de la era
de las persecuciones: existían numerosas comunidades cristianas,
puesto que allí se mencionan por encima de cincuenta. Las regiones más
cristianizadas parecen ser aquellas donde la romanización era también
más intensa: las provincias de la Bética y la Tarraconense, es decir,
Andalucía y la costa mediterránea.
Como resumen de todo
lo expuesto, podemos concluir que, cuando llegó la hora de la libertad
de la Iglesia, el Cristianismo había penetrado profundamente en Siria,
Asia Menor y Armenia; y, por lo que toca al Occidente, Roma, con la
región suburbicaria y el África cartaginesa estaban también densamente
cristianizadas. Otras tierras, como Egipto, Grecia y parte de Italia,
de las Galias y de España, sin alcanzar el nivel de las primeras
regiones, contarían también en su población con fuertes minorías
cristianas.
Bibliografía
- Orlandis, José;
Historia de la Iglesia. La Iglesia Antigua y Medieval.
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