Dpto. Religión

4º ESO

Curso 2006/07

AÑO 325  /     CONCILIO I DE NICEA: CONDENA DEL ARRIANISMO

Juan Lasheras

Fernando Goena

                                                                                                                

Para explicar el I Concilio de Nicea hemos dividido el trabajo en Introducción; la controversia del arrianismo; el Credo de Nicea y la bibliografía consultada.

Introducción

El Concilio I de Nicea es el primer Concilio Ecuménico, es decir, universal en cuanto participaron obispos de todas las regiones donde había cristianos. Tuvo lugar cuando la Iglesia pudo disfrutar de una paz estable y disponía de libertad para reunirse abiertamente. Se desarrolló del 20 de mayo al 25 de julio del año 325. En él participaron algunos obispos que tenían en sus cuerpos las señales de los castigos que habían sufrido por mantenerse fieles en las persecuciones pasadas, que aún estaban muy recientes.

 El emperador Constantino, que por esas fechas aún no se había bautizado, facilitó la participación de los Obispos, poniendo a su disposición los servicios de postas imperiales para que hicieran el viaje, y ofreciéndoles hospitalidad en Nicea de Bitinia, cerca de su residencia de Nicomedia. De hecho, consideró muy oportuna esa reunión, pues, tras haber logrado con su victoria contra Licinio en el año 324 la reunificación del Imperio.

También deseaba ver unida a la Iglesia, que en esos momentos estaba sacudida por la predicación de Arrio, un sacerdote que negaba la verdadera divinidad de Jesucristo. Desde el año 318 Arrio se había opuesto a su obispo Alejandro de Alejandría, y fue excomulgado en un sínodo de todos los obispos de Egipto. Arrio huyó y se fue a Nicomedia, junto a su amigo el obispo Eusebio.

Constantino

 Entre los Padres Conciliares se contaban las figuras eclesiásticas más relevantes del momento. Estaba Osio, obispo de Córdoba, que según parece presidió las sesiones. Asistió también Alejandro de Alejandría, ayudado por el entonces diácono Atanasio, Marcelo de Ancira, Macario de Jerusalén, Leoncio de Cesarea de Capadocia, Eustacio de Antioquía, y unos presbíteros en representación del Obispo de Roma, que no puedo asistir debido a su avanzada edad. Tampoco faltaron los amigos de Arrio, como Eusebio de Cesarea, Eusebio de Nicomedia y algunos otros. En total fueron unos trescientos los obispos que participaron.

 El historiador Eusebio de Cesarea nos describe la escena en su Vida de Constantino:

"Allí se reunieron los más distinguidos ministros de Dios, de Europa, Libia [es decir, Africal y Asia.  Una sola casa de oración, como si hubiera sido ampliada por obra de Dios, cobijaba a sirios y cilicios, fenicios y árabes, delegados de la Palestina y del Egipto, tebanos y libios, junto a los que venían de la región de Mesopotamia.  Había también un obispo persa, y tampoco faltaba un escita en la asamblea.  El Ponto, Galacia, Panfilia, Capadocia, Asia y Frigia enviaron a sus obispos más distinguidos, junto a los que vivían en las zonas más recónditas de Tracia, Macedonia, Acaya y el Epiro.  Hasta de la misma Espafía, uno de gran fama [Osio de Córdoba] se sentó como miembro de la gran asamblea.  El obispo de la ciudad imperial [ Roma] no pudo asistir debido a su avanzada edad, pero sus presbíteros lo representaron.  Constantino es el primer príncipe de todas las edades en haber juntado semejante guirnalda mediante el vínculo de la paz, y habérsela presentado a su Salvador como ofrenda de gratitud por las victorias que había logrado sobre todos sus enemigos"

 

La controversia del arrianismo

En este ambiente de euforia, los obispos se dedicaron a discutir las muchas cuestiones legislativas que era necesario resolver una vez terminada la persecución de la Iglesia. La asamblea aprobó una serie de reglas para la readmisión de los caídos, acerca del modo en que los presbíteros y obispos debían ser elegidos y ordenados, y sobre el orden de precedencia entre las diversas sedes. También se fijó la celebración de la Pascua en el primer domingo después del primer plenilunio de primavera, siguiendo la praxis habitual en la iglesia de Roma. También se trataron algunas cuestiones disciplinares de menor importancia, relativas al funcionamiento interno de la Iglesia.

Concilio de Nicea

Pero la cuestión más escabrosa que el Concilio de Nicea tenía que discutir era la controversia arriana. En lo referente a este asunto, hay que explicar que Arrio (256-336) enseñaba un subordinacionismo radical, ya que no tan sólo subordinaba el Hijo al Padre en naturaleza, sino que le negaba la naturaleza divina. Su postulado fundamental era la unidad absoluta de Dios, fuera del cual todo cuanto existe es criatura suya. El Verbo habría tenido comienzo, no sería eterno, sino tan sólo la primera y más noble de las criaturas, aunque, eso sí, la única creada directamente por el Padre, ya que todos los demás seres habrían sido creados a través del Verbo. El Verbo,

  por tanto, no sería Hijo natural, sino Hijo adoptivo de Dios, elevado a esta dignidad en virtud de una gracia particular, por lo que en sentido moral e impropio era lícito que la Iglesia le llamase también Dios.

Los defensores de Arrio estaban capitaneados por Eusebio de Nicomedia -personaje importantísimo en toda esta controversia-. Puesto que Arrio no era obispo, no tenía derecho a participar en las deliberaciones del concilio. En todo caso, Eusebio y los suyos estaban convencidos de que su posición era correcta, y que tan pronto como la asamblea escuchase su punto de vista, expuesto con toda claridad, reivindicaría a Arrio.

Sin embargo, cuando Eusebio de Nicomedia tomó la palabra para decir que Jesucristo no era más que una criatura, aunque muy excelsa y eminente, y que no era de naturaleza divina, la inmensa mayoría de los asistentes notaron en seguida que esa doctrina traicionaba la fe recibida de los Apóstoles. Para evitar tan graves confusiones los Padres Conciliares decidieron redactar, sobre la base del credo bautismal de la iglesia de Cesarea, un símbolo de fe que reflejara de modo sintético y claro la confesión genuina de la fe recibida y admitida por los cristianos desde los orígenes. Se dice en él que Jesucristo es «de la substancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no hecho, homoousios tou Patrou (consustancial al Padre)». Todos los Padres Conciliares ratificaron ese Credo, el Símbolo Niceno, el 19 de junio del año 325.

 Se dice en él que Jesucristo es «de la substancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no hecho, homoousios tou Patrou (consustancial al Padre)». Todos los Padres Conciliares ratificaron ese Credo, el Símbolo Niceno, el 19 de junio del año 325.

 

El Credo de Nicea

Al principio del Concilio se intentó la utilización de citas bíblicas.  Pero pronto resultó claro que los arrianos podían interpretar cualquier cita de un modo que les resultaba favorable -o al menos aceptable.  Por esta razón, la asamblea decidió componer un credo que expresara la fe de la iglesia en lo referente a las cuestiones que se debatían.  Se sugirió que se incluyera la palabra "consubstancial" y se llegó a la siguiente fórmula, que se conoce como el Credo de Nicea:

Osio de Córdoba

"Creemos en un Dios Padre Todopoderoso, hacedor de todas las cosas visibles e invisibles.

Y en un Señor Jesucristo, el Hijo de Dios; engendrado como el Unigénito del Padre, es decir, de la substancia del Padre, Dios de Dios; luz de luz; Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no hecho; consubstancial al Padre; mediante el cual todas las cosas fueron hechas, tanto las que están en los cielos como las que están en la tierra; quien para nosotros los humanos y para nuestra salvación descendió y se hizo carne, se hizo humano, y sufrió, y resucitó al tercer día, y vendrá a juzgar a los vivos y los muertos.

Y en el Espíritu Santo.

A quienes digan, pues, que hubo cuando el Hijo de Dios no existía, y que antes de ser engendrado no existía, y que fue hecho de las cosas que no son, o que fue formado de otra substancia o esencia, o que es una criatura, o que es mutable o variable, a éstos anatematiza la iglesia católica."

Esta fórmula, a la que después se le añadieron varias cláusulas -y se le restaron los anatemas del último párrafo- es la base de lo que hoy se llama "Credo Niceno", que es el credo cristiano más universalmente aceptado.

La época del posconcilio de Nicea -un posconcilio que duró más de medio siglo- aparece como una página asombrosa y contradictoria de la historia cristiana. El Arrianismo, que parecía definitivamente superado, reaccionó pocos años después con inusitada violencia, y durante mucho tiempo siguió constituyendo una grave amenaza para la Iglesia. El fautor -de ese sorprendente cambio de rumbo fue el partido filoarriano que encabezó el obispo Eusebio de Nicomedia. Eusebio, que, pese a su simpatía por Arrio, había suscrito el Símbolo niceno, era un prelado político e intrigante, y gracias al favor de Constancia, hermana del emperador Constantino, consiguió una decisiva influencia cerca de la Corte y de la familia imperial. Eusebio logró persuadir a Constantino, preocupado por restaurar la unidad religiosa del Imperio, de que el único obstáculo a esa unidad provenía de los defensores de la fe de Nicea, y consiguió que se iniciase contra ellos una dura persecución. Los principales obispos nicenos del Oriente fueron privados de sus sedes, y Atanasio, que era ya obispo de Alejandría, fue desterrado una y otra vez. Muchas diócesis, sobre todo el Asia Menor, fueron entregadas a obispos arrianos y, en los años finales de Constantino o bajo los emperadores pro arrianos Constancio y Valente, hubo momentos en que pareció que el Arrianismo iba a prevalecer en la Iglesia, como más tarde escribiría de modo muy expresivo San Jerónimo: «La tierra entera gimió y descubrió con sorpresa que se había vuelto arriana».

Sin embargo, tras años de intensa controversia teológica y la asistencia del Espñiritu Santo, la herejía arriana no llegó a triunfar.

 

Bibliografía

- Orlandis, José; Historia de la Iglesia. La Iglesia Antigua y Medieval.

- Voz Concilio de Nicea en wikipedia.org.