El apóstol
S. Pedro ofrece una descripción bastante completa de la herejía,
cuando habla de los «falsos doctores, que introducirán herejías
perniciosas, llegando hasta a negar al Señor que los rescató, y
atraerán sobre sí una repentina ruina» (2 Pet 2,1). Esta idea de
la herejía. como concepción errónea de la fe y como separación de
la Iglesia se hace definitiva en los santos Padres, a partir de S.
Ignacio de Antioquía.
Según el Catecismo de la Iglesia Católica:
"Se llama herejía la negación
pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de
creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la
misma; (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica nº 2089).
Por lo tanto, para que a una persona se la
pueda llamar hereje hace falta que reúna estas condiciones:
1.- Que se trate de un bautizado.
2.- Que niegue o dude de alguna verdad de fe de manera constante y
después de haber sido advertido de su error (pertinaz).
3.- Que se niegue una verdad que Dios ha revelado y la Iglesia ha
definido (fe divina y católica).
4.- Que exista una declaración oficial de la autoridad
eclesiástica.
La herejía se
diferencia de la apostasía en que ésta es el rechazo formal y explícito de la fe cristiana.
También se diferencia del cisma, en que éste es el rechazo de la
sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la
Iglesia a él sometidos. (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica
2089).
Jesucristo funda la Iglesia sobre la roca que es Pedro y le confía
a éste y a sus sucesores el ser guardianes y garantes de la fe,
confirmando en ella a sus hermanos para vivir en la verdad y la
unidad del Cuerpo de Cristo por obra del Espíritu Santo. La
herejía rompe la unidad de la Iglesia y al separarse del magisterio
de Pedro y sus sucesores introduce el error sobre la fe.
En algunos casos, las herejías surgen como un intento de renovación
con valores loables pero al faltar la sumisión a la Iglesia se
descarrilan. Por ejemplo, Pedro Valdo renunció a sus riquezas para
dedicarse a predicar una vida sencilla basada en el Evangelio.
Pero se desvió formándose la herejía valdense que llegó, entre
otros errores, a rechazar el valor de la Santa Misa.
Las herejías han sido ocasión para que surgieran defensores de la
ortodoxia que inspiraron a la Iglesia en el proceso de estudio
sobre las cuestiones constatadas, culminando en definiciones mas
claras sobre la fe. De esta manera el Espíritu Santo ha guiado a
la Iglesia a desarrollar su doctrina y conocer mejor la verdad.
La existencia de herejías a obligado a la Iglesia a definir
fórmulas que expliquen del mejor modo posible la doctrina de
Jesucristo. Estas fórmulas se definían en los concilios
ecuménicos. Se puede decir que la existencia de herejías dentro de
la Iglesia ha ayudado a un mayor conocimiento de la doctrina de
Jesús y a una mayor profundización teológica de esa doctrina (este
aspecto lo desarrollaremos en el apartado de la HISTORIA) |