La confianza será una actitud determinante en la conducta de los niños cuando éstos experimenten la autenticidad y la constancia de esta misma actitud por parte de los padres y profesores.
Comportarse con fidelidad, mostrar siempre el mismo interés, constituye el argumento más convincente ante todos aquellos que nos rodean, especialmente los niños que dependen de nosotros. Se puede afirmar que una constante fidelidad por parte de los educadores es el mejor ejemplo para los niños.
Para transmitir de modo práctico esta afirmación se pueden dar cinco situaciones:
1ª) El seguimiento personal de los padres
Los padres en un principio, mantienen un notable interés por todo lo que hacen sus hijos en el colegio y procuran hablar con alguno de los profesores o profesoras. Es posible que el interés e ilusión por las cosas y hechos que el niño realiza en el colegio vaya decreciendo, produciendo en el niño adolescente una sensación de frustación hacia todo este campo de la actividad intelectual.
Una técnica o habilidad para mantener constantemente esta actividad de interés en los niños es el seguimiento personal de los padres. De esta manera los padres llegan a ser los verdaderos líderes de sus hijos, ya que haciendo este seguimiento el niño se esmera más en sus trabajos y estudios, pues desea con ilusión ofrecer algo que merezca la pena.
2ª) Ser un constante modelo
¿Cómo podemos conseguir que el niño haga las cosas, que hable bien, que sepa expresarse con corrección?
Sencillamente siendo nosotros correctos al hablar, haciendo bien las cosas y expresándonos con educación.
Comprendamos a los niños, dejémosles seguir a su ritmo, sin dejar por ello de hacer lo que debemos y sin dejar de ser un constante modelo. Es bueno saber aprovechar todas las ocasiones para intensificar el acercamiento personal. Los frutos de los educadores se apoyan en la confianza auténtica que ha de existir entre el niño y el educador.
3ª) Amistad y atención personal
Para que haya verdadera amistad tiene que haber confianza y diálogo por ambas partes. Los niños desean comprender cuanto antes qué es eso de la amistad.
Hay que enseñar a los niños que sean amigos, no que deseen tener amigos. Dar sin esperar recibir y que sea un amor desinteresado, eso es la amistad.
Es muy importante, también, insistir en el gran valor que tiene la atención personal.
4ª) Comprender sus intereses
El niño tiene intereses de niño y son muy diferentes a los nuestros.
Siempre que queramos educar han de poder conjugarse los intereses del niño con los nuestros (aunque tengan un punto de vista más elevado que los de éste).
La exigencia unida a la firmeza son compatibles con la paciencia y tiene unos objetivos claros, bien determinados, que en algún momento se alcanzarán.
El día esta lleno de ocasiones para poder entendernos con los demás, para poder simpatizar. Esto es, sentir como la persona con la que estamos hablando o pasando un rato juntos.
Los educadores tenemos que ser comprensivos para dar ejemplo a los niños. Comprender es amar y ser amado. Se puede decir que la verdadera caridad más que en dar está en comprender.
5ª) El cuidado de los pequeños detalles
Hemos de considerar lo que atenta a la dignidad humana del niño (por ejemplo: capones, tirones de pelo, comentarios ofensivos sobre algún defecto…)
¿Cómo conseguiremos que el niño realmente tenga esta dignidad humana?
Enseñándole a cuidar los pequeños detalles, las cosas pequeñas que se suceden a lo largo del día. El niño comprende perfectamente lo que es la dignidad humana: limpieza, orden, cariño, alegría, laboriosidad, espíritu generoso, etc.
La voluntad se fortalecerá con el ejemplo que los padres y profesores ofrezcan en el cuidado de los pequeños detalles, especialmente en el trato. Así, la dignidad humana queda reforzada.
El deseo de todo buen educador es conocer lo mejor posible a sus alumnos, aceptarles tal y como son. Con las técnicas de enseñanza individualizada se consigue una mejor personalización.
Cómo conclusión podemos decir, que necesitamos llenarnos de virtudes como el optimismo, la simpatía, la estima, la comprensión y la aceptación, si queremos educar la voluntad, pues el niño se fija en nosotros, no en nuestras palabras.
Hemos de considerar la confianza como una actitud educativa permanente.
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