Graham Watts, del Institute for Habits of Mind, regresa por cuarto año a COAS para formar a los profesores en 16 habilidades que sitúan a los alumnos en el centro de su propio aprendizaje.
Hubo un tiempo en el que en clase simplemente había que dar con la respuesta correcta: 1 y 1 son dos, París es la capital de Francia. Sin embargo, “¿qué ocurre con el futuro?”, se pregunta Graham Watts, del Insitute for Habits of Mind. El argumento lo busca en su propia experiencia: “Cuando yo estaba en el colegio, no había ordenadores, ahora uso uno todos los días y no se me preparó para ese cambio”.
Así pues, el futuro es incierto. La evolución es constante. Las soluciones, múltiples. Para ello se necesitan herramientas. Medios que están ahí, que deben aplicarse y antes conocerse. El protagonismo pertenece a cada uno. Bajo esa premisa expone Watts la importancia de aplicar los hábitos de la mente a la vida y a la educación, un tema sobre el que ha estado formando esta semana a profesores del Grupo Educativo COAS.
Se trata de 16 habilidades que sugieren que los estudiantes tomen la iniciativa de su propia educación. Esto supone terminar, según Watts, con la clásica imagen del alumno levantando la mano esperando a que sea el profesor el que diga “deberías hacer esto” porque ofrecen “maneras de moverse adelante”, asegura. Esto es, se transforman en “solucionadores de problemas que buscan opciones para averiguar la mejor forma de abordarlos”.
En este sentido, cree que son ineludibles para la educación permanente y “para saber cómo aprender”. Además, surgen en muchas esferas de la vida y en el comportamiento. La prueba, la sociedad de lo visual que nos rodea. Un mundo repleto de pantallas que relega la escucha a un segundo plano y que, como consecuencia, imposibilita la comprensión. Por eso, insiste Watts, “son tan importantes los hábitos”, en este caso, el que hace referencia a escuchar con comprensión y empatía.
Por otro lado, preguntado por cuál considera el más importante, lo tiene claro: la metacognición, la capacidad de reflexionar sobre el pensamiento. “Si un estudiante se queda atascado, se enfadará e incluso pensará que odia la asignatura, responderá emocionalmente, sin embargo, si le enseñamos a razonarlo será como una mosca en la pared que observa desde fuera”, señala.
Por último, llama a responder con admiración y asombro, dos características con las que el profesor muestra que ama su asignatura y lo contagia a los alumnos. En relación a esto, “es un recordatorio sobre nuestro rol como educadores”, concluye.
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