Está claro que la escuela debe estar a la altura de las circunstancias en este cambio de época que está cuestionando dramáticamente las formas docentes que tradicionalmente han existido.
La neurociencia nos indica que el alumno aprende mejor en un ambiente equilibrado, que va construyendo su aprendizaje de una forma social, es decir, a través de la interacción y que las emociones preceden al aprendizaje.
¿Las clases?: vivenciales, activas, personalizadas que permitan al alumno explorar, pensar y comunicar.
¿Los contenidos?: Que planteen retos al alumno, que despierten su curiosidad.
La neurociencia nos dice también que la emoción del que enseña es determinante para motivar al alumno y se implique en el proceso de aprendizaje. Del mismo modo, la empatía, la flexibilidad, la claridad y la capacidad de activar los aprendizajes y de plantear retos a los alumnos son esenciales para captar su atención e interés.